Ahora no es tan común, pero de vez en cuando uno se encuentra a alguien mayor que saca el dicho “ahí dejé el ombligo”, refiriéndose al lugar en donde nació. Y a veces el dicho sale un poco más largo: “ahí dejé el ombligo enterrado”.
“Yo soy de Villa Colón de Mora, ahí fue donde dejé el ombligo”
Una de esas curiosidades que dice la gente, y que muchos ni se imaginan la historia que tiene detrás: una historia de esas que de seguro tendría a Greta Thumberg y a toda la generación Y,Z y W horrorizada pidiendo cancelación inmediata y definitiva, si la costumbre siguiera hoy día.
Por qué se dice “aquí dejé el ombligo”?

Es difícil encontrar referencias en internet de este dicho, más allá de los posts en Facebook e Instagram en donde lo usan a veces. Y aunque parece ser muy propio de Costa Rica, en realidad uno puede encontrar referencias de muchos países de Latinoamérica donde existe el dicho. Por lo menos un par he encontrado de Guatemala y Chile: serán de costarricenses que se fueron para esas tierras y se lo llevaron?
Pero, vamos al meollo del asunto. De dónde viene el cuento de “dejar el ombligo”?
Como pueden imaginarse, el origen tiene que ver con el ombligo, no hay ningún significado críptico por ahí. Cuando nace un niño y se corta el cordón umbilical, queda un pequeño segmento, que cicatriza y eventualmente se cae. Y entonces queda el famoso ombligo.
En la época moderna tenemos hospitales y clínicas y pediatras que suelen manejar todo ese tema de la cicatrización y remoción de ese pequeño fragmento del pasado, y no hay más. Pero no siempre fue así.
Hace 50, 60, 70 años, la gente no tenía Hospital CIMA o Clínica Bíblica. Si uno vivía en “las afueras”, que en esa época eran lugares como Montes de Oca, San Sebastián, Paso Ancho, Pavas, Tibas… llegar a un hospital era toda una odisea. Y más lejos, mejor ni pensarlo.
Los niños nacían por medio de “parteras”, que eran mujeres que algo de conocimiento habían acumulado en el tema de nacimientos. Cuando llegaba el momento, se llamaba a la partera, quien se encargaba de esos momentos iniciales de la vida del niño.
El niño quedaba con el fragmento de cordón umbilical, que cicatrizaba y se caía. Y por algún motivo, ese momento de la caída adquirió carácter ritualístico. Talvez porque se consideraba que en ese momento el recién nacido había superado sus primeras semanas de vida, y estaba fuera de peligro. O por el simbolismo de que el niño ya no tenía conexión con la madre, y estaba sobreviviendo en el mundo por sí solo.
Ese segmento que se caíga, lo enterraban en algún lado cerca de la casa. Y de ahí el dicho de “dejar el ombligo enterrado”.

Más adelante, en los 70s y 80s, la costumbre cambió y el dicho perdió la parte de “enterrado”. La ciudad se hizo más grande, la gente comenzó a vivir en suburbios, y cada vez era más incómodo todo ese ritual de ir a “enterrar el ombligo”.
En ese momento, el ritual pasó a ser ir al río más cercano, y desde un puente lanzar el fragmento de ombligo. Sí: se lanzaban restos humanos a los ríos, y era una celebración en donde participaba muchas veces toda la familia. Millenials… supérenlo. Ustedes tienen sus linternas chinas en los estanques, nosotros teníamos el ombligo en el río.
Ahí fue donde el dicho pasó a ser simplemente “dejar el ombligo”.
Finalmente llegó el sistema de salud ampliado, los médicos privados, los hospitales privados, y todo eso quedó en el olvido. Por lo general ya nadie deja el ombligo en ninguna parte, excepto en la oficina del pediatra durante las primeras citas de chequeo. O en algún camión de basura, camino al relleno sanitario más cercano.
En ese caso supongo que sí, aún en nuestra época todavía “dejamos enterrado el ombligo”. Solo que el asunto es mucho menos glamoroso y romántico que antes.